La reconversión de los cines en teatros ha permitido que estos, tras el acondicionamiento de las salas, acojan representaciones teatrales y se incorporen a la amplia y variada programación con la que cuenta una ciudad como Madrid. El último caso de este fenómeno, cada vez más recurrente, ha sido el del cine Luchana que está situado en el distrito de Chamberi. Cerradas en 2012 sus salas de exhibición cinematográfica abrieron de nuevo sus puertas el año pasado como multisalas de teatro.
Pasear por la Gran Vía es la mejor forma de hacerse una idea del cambio sufrido por esta calle que se convirtió en su día en la gran avenida del celuloide y que llegó a contar con 15 cines durante los años cincuenta del siglo pasado. Hace tiempo que las enormes carteleras de sus antiguos cines, algunos de ellos situados en su época entre los mejores de Europa, ya no exhiben los últimos estrenos de Hollywood. Han sido sustituidos por funciones teatrales, ballet o musicales.
Este fenómeno ha conseguido dar una segunda vida a salas míticas (Lope de Vega, Rialto) cuyo futuro estaba abocado al abandono o al cambio definitivo de actividad. Puesto que de aquellos 15 cines que había en la Gran Vía en su época dorada hoy quedan muy pocos como tal.
De este modo aquellos que vaticinaron la prematura muerte del teatro con la llegada del cine se equivocaron. Este error de cálculo demuestra que en el mundo del espectáculo nada está escrito. Porque cuando se pretende enterrar una actividad por otra nueva que arranca con fuerza nunca se tiene en cuenta que el tiempo es pasajero y que se rige por un eterno retorno que vuelve a poner todo de moda.
Y las artes escénicas gozan de salud a pesar de todas las dificultades.
Larga vida al teatro.