Tres Deseos

Los deseos nunca han gozado de muy buena fama. Los deseos, se nos dice, son traicioneros, y ponerse en sus manos es poco menos que arriesgarse a perder el alma. “Se derraman más lágrimas por las plegarias atendidas que por aquellas que permanecen desatendidas”, escribió Santa Teresa, que Wilde tradujo en forma de advertencia: “Cuidado con lo deseas, porque podría cumplirse”. En el cuento clásico –que encontramos replicado en distintas tradiciones literarias, ya sea con un tono erótico, humorístico, pavoroso o incluso macabro— se nos previene de que todo deseo entraña un peligro, se nos conmina a aceptar los límites y asumir el personaje impuesto por las circunstancias como algo ineluctable. No vamos a negarlo, pero tampoco vamos a aceptarlo pacíficamente. Nos disponemos a nombrar y afrontar el caos. El caos son los deseos de nuestros cuarenta actores que se alzan, combaten, se rinden y vuelven a levantarse. Esa es nuestra materia, nuestro engrudo, nuestro magma. Nos disponemos, pues, a ser los espectadores de los deseos ajenos y propios: compartirlos, interpretarlos y realizarlos.
Ficha Artística:- Antonio Álamo: Escritor
- Pepa Gamboa: Director
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